Por más de 35 años, una investigadora de la Facultad de Minas ha monitoreado el comportamiento del río Amazonas en la frontera colombo-peruana, específicamente frente a la ciudad de Leticia. Su balance de datos recientes indica que el caudal de este río se está desplazando casi por completo hacia Perú, dejando a Colombia en riesgo de perder su conexión fluvial más importante.
Colombia está ante una emergencia cultural y ambiental: la pérdida del río Amazonas, el cuerpo de agua más largo y caudaloso de la Tierra y cuyo papel en la regulación del clima es determinante. Desde 1993, el Laboratorio de Estudios Hidráulicos de la Universidad Nacional Sede Bogotá, alertó que el 70% del caudal del Amazonas fluía por el canal peruano, mientras que solo el 30% transitaba por los brazos colombianos: uno entre las islas Ronda y Rondiña y otro por la parte posterior de la isla Ronda, denominado Canal Interno de Ronda. Hoy, ese 30% ha caído al 19.5%.
La profesora Lilian Posada García, adscrita al Departamento de Geociencias y Medio Ambiente de la Facultad de Minas, lleva años investigando y advirtiendo sobre la situación: “desde 2012 el río se estaba yendo de Leticia. Hitos limítrofes como el de Atacuari, que demarcaban la frontera binacional, ya no existen. El pronóstico es claro: si no se actúa de inmediato, Leticia dejará de ser una ciudad ribereña. Las implicaciones van más allá de lo simbólico, son culturales, económicas y territoriales”, afirmó.
La problemática no es nueva. En 2006, un estudio liderado por la Posada García propuso medidas claras: dragado entre las islas Rondiña y Ronda para evitar sedimentación, y construcción de espolones sumergidos en el canal peruano que redirigieran parte del flujo hacia Colombia sin afectar navegación ni soberanía. Eran soluciones técnicamente viables y financieramente factibles, pero nunca se ejecutaron.
El más reciente estudio, realizado el 25 de junio de 2025 por el profesor Juan Gabriel León y su equipo de investigadores de la sede Palmira de la Universidad Nacional, registró un caudal total de 55.900 m³/s en el Estrecho de Nazaret, sección del río que marca el límite entre Colombia y Perú; y de este, solo 10.900 m³/s transitaron por los canales colombianos. En la actualidad el canal de Chinería y Ronda presenta una profundidad crítica de apenas 5 a 6 metros, lo que indica sedimentación acelerada y riesgo inminente de colapso. Durante el segundo semestre del año, este canal se secará completamente, mientras el canal peruano superará los 15 metros de profundidad.
“Cuando la corriente avanza abandona el brazo colombiano donde, por alguna razón, posiblemente por efectos de sedimentación, disminuyen las capacidades de los canales, enviando todo el flujo de agua hacia el brazo peruano”, explico León y enfatizó en que es un momento muy propicio para que Colombia muestre todo lo que sabe del Amazonas todo lo que desde la ciencia se ha hecho y también lo que desde muchas esferas no se ha hecho.
Un modelo desarrollado por la Armada Nacional anticipaba desde hace varios años que, para 2030, el río Amazonas podría dejar de pasar frente a Leticia durante la mayor parte del año. Solo en época de inundaciones volvería algo de agua a los canales colombianos. Hoy el modelo es una realidad. El caudal principal se dirige por el brazo Temado, en Perú, desplazando completamente la corriente del lado colombiano. Paradójicamente, en la actualidad Leticia está ampliando su malecón para conectarlo desde el mercado hasta el muelle. Pero Posada García advirtió que, si la tendencia continúa, podríamos terminar con un malecón frente a un canal seco.
“El problema de fondo, insiste, es la inacción institucional. La Armada debe encender las alarmas. Las decisiones políticas y diplomáticas han estado ausentes, pese a que el Amazonas es una frontera viva y estratégica. Las consecuencias ambientales también son severas. El sistema de lagos de Yahuarcaca, fundamental para la biodiversidad y el equilibrio hídrico del planeta, podría secarse si el caudal del Amazonas no los alimenta más. Eso afectaría no solo la fauna y la flora, sino también la cultura anfibia de los pueblos ribereños, y con ello, actividades de supervivencia como la pesca, el consumo de agua y el transporte”, alertó la también autora del libro Hidráulica fluvial: transporte de sedimentos (2004).
Cerca de 44,9 millones de personas dependen directamente de la cuenca amazónica, incluyendo unos 1,5 millones de indígenas pertenecientes a 385 grupos étnicos, según cifras del World Resources Institute —WRI—, pero esta cifra no incluye a una cantidad de comunidades que habitan zonas remotas. Ciudades como Iquitos en Perú y Leticia en Colombia son las que mayor conexión tienen con el río, y, en esta última, por ser fronteriza, tiene el río como su vía principal.
En Colombia este fenómeno ya ocurrió en la región de La Mojana, sistema hídrico afectado por decisiones erradas. Allí, Posada García y su equipo de investigación construyeron un dique carreteable en 2005, con entradas de agua que alimentaban las ciénagas. Sin embargo, el gobierno decidió omitir esas entradas, lo que condujo al aislamiento de comunidades y pérdida de humedad.
Hoy, Leticia enfrenta una amenaza similar. “La solución más efectiva es un dragado de emergencia en septiembre —cuando el nivel del río es más bajo— podría abrir paso nuevamente hacia los canales colombianos. Además, la instalación de espolones sumergidos en puntos estratégicos permitiría redirigir el caudal sin afectar el curso natural del río”, insistió Posada García.
Cada año que pasa sin intervención, el caudal se aleja más. Además, los investigadores señalan que el problema no solo se da para Colombia, en el caso de Perú, la cuenca amazónica ha aumentado a niveles alarmantes por la exageración de los caudales, por lo cual la respuesta más efectiva debe ser binacional, pero, sobre todo, inmediata.
Colombia aún puede salvar su conexión con el río más grande del mundo y, para ello, debe asesorarse de los científicos que han estudiado estos fenómenos y actuar con rapidez. Si no, pasará a la historia como el país que vio partir al Amazonas sin hacer nada.